Decidida a escapar de los números, iba a quedarme en humanidades costara lo que costase. El costo era supuestamente, todas mis amigas, que después de múltiples amenazas finalmente no se cambiaron, no se mudaron, no dejaron de ser mis compañeras.
En primero encontré un panorama bastante curioso: Estaba mi grupo bastante amorfo por un lado, un grupo más grande por otro, un conjunto de chicas nuevas bastante extrovertidas, y un conjunto de chicas nuevas bastante tímidas. Ah, y dos varones. Uno que desertó al segundo día, y otro a mitad del año. Junto con un par de mis amigas, y otros pares de compañeras.
Todo eso conformaba la definición más lejana a grupo que podría ser posible.
De alguna manera, supongo que las propias materias nos fueron uniendo. Creo que la vida une a los que tienen experiencias parecidas, y nosotras crecimos juntas, no por el mero paso del tiempo, sino por todo el contenido que fuimos internalizando, las risas, el compartir todas las mañanas. Horas de repaso de historia para las lecciones del día. El mismo rechazo general a todas las materias cuantificables: La desesperación por los problemas de física, el rascarse a cuatro manos en las horas de matemática. Pensar y replantearse la vida cotidiana en formación religiosa con Prego, pensar y replantarse el mundo en geografía.
Llegamos a Segundo bastante más unidas. Doble dosis de Prego para terminar de abrirnos la cabeza, debates en filosofía sobre cualquier tema que no tuviera que ver con la clase. Psicología con una profesora muy solemne con aire misterioso que nos dejó a todas bastante flasheadas. Y ahí definitivamente entramos en la categoría de grupo.
Con Tercero empezó la última etapa y la más linda. Muchos dolores de cabeza para organizar y decidir cosas en conjunto, pero el doble de tiempo hablando entre todas, aprendiendo unas de otras, escuchándonos, aprendiendo a respetarnos con nuestras diferencias y encontrando en cada una similitudes, valores y formas de mirar la vida en común. Expresándonos de manera creativa con dibujos, o pinturas o ideas propias. Defendiéndonos entre nosotras si aparecía algún agresor, buscando siempre el diálogo. Cada una aporta algo irreemplazable, y a cada una la adoro.
Cuando me preguntan los pibitos de noveno que elegir, o qué hubiera elegido, no tengo mucho que pensar. Me gustaría sentirme un poco menos ignorante en cuestiones económicas, pero no cambiaría ese tipo de conocimiento por los que tengo. Y sobre todas las cosas, no cambiaría el grupo del que formé parte por ningún otro.
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