Así que corrí mientras una de mis canciones favoritas sonaba en mis auriculares, hasta que lo alcancé. En la puerta había dos muchachos trabando la misma esperando que me decidiera en un segundo a pegar un salto con envión y confiar en que me atajarían. ¡Muchas gracias genios! les dije una vez adentro, sin aliento y quizás sobre-entusiasmada.
Qué buena sensación.
Aunque después me dí cuenta que en realidad estuve un poco suicida.
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