El aire era claro, y las nubes se apilaban sobre las montañas, y justo empezaban a pintarse de rayos de rosa y oro con el sol del primer anochecer. Y de pronto comprendí que, sin dar un paso ni contar un segundo, había alcanzado ya algún otro mundo que coexistía con el mío. Sentí en torno a mí el espacio infinito, y supe que Dora y yo, y cada árbol, y cada ser humano estaban tallados de esa infinitud de tiempo y espacio.
La hoja que muere y el pétalo que se estira tienen cada uno un lugar tan importante como las montañas y las nueves enormes en el gran designio, y todos contienen las semillas de una majestad que va más allá de nuestros horizontes.
No puedo creer en el cielo que me enseñaron a esperar, ni temo demasiado su alternativa, y no obstante la maquinaria del universo que la filosofía natural nos obliga a contemplar no puede explicar tampoco tales cuestiones. En un momento así, incluso un soldado fatigado, con la mente llena de órdenes y raciones, sin duda contempla algo más que la naturaleza le muestra como lo Sublime."
La aritmética del amor, Emma Darwin
Este es algún rinconcito de Argentina, cayéndose de Córdoba, o quizás Santa Fe.
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