21.12.17

14,18,23...

Cuando tenía catorce años , a partir de un sueño empecé a describir a un mundo post-apolíptico con elfos y personas superpoderosas, y también a casi todos mis enamorados en la vida real -con sus nombres originales y todo-. Creo que esa primera novela inconclusa trata fundamentalmente de la búsqueda de mi propio poder, del distanciamiento de lo establecido. Escribía desde las ruinas, desde el dolor. Buscaba al movimiento y a los afectos. 
Mi segunda novela inconclusa consiste -no consistía, vive así- básicamente en un intento de cienciaficcionar a la Alegoría de la Caverna, antes de ver Matrix. Hablaba de la fe como la búsqueda por la concreción del sentido de la vida. Muy idealista y utópica, quería retratar el paso de la indiferencia cómoda y pedorra a la militancia por “La Verdad”. Yo tendría diecisiete o dieciocho. 
Como escribo diarios desde los seis años, me envuelvo un poco con las palabras en esta eterna búsqueda autoreferencial y neurótica. ¿Pero porqué el interés en la novela?
Creo que principalmente por el efecto catártico. Me lo dijo Alejo. Claramente no es lo mismo. Tanto la primera como la segunda novela inconclusa contenían una efusión de emociones que daba cuenta de todos mis estados hormonales de adolescente. Pero en esa expresión libre de raciocinios e inhibiciones, también todos mis anhelos se calzaban alas, vivían, gritaban. Un poco patético, pero igual me gusta leerlas. 
De ahí el interés en la ¿novela?¿ficción?
Supongo que esta será mi tercera novela inconclusa.

11.12.17

Alta neurosis

- Vos tenés que escribir en un blog.
Yo ya tengo un blog.
¿Yo tengo que escribir en un blog?
¿Yo tengo que escribir?
¿Yo tengo qué escribir?
¿Que tengo yo qué escribir?
¿Qué tengo yo que escribir?
¿Tengo al blog o el blog me tiene a mí?
¿A mí, a la que fui?
¿Fui?
¿Soy?
¿Qué
estoy
haciendo?

No sé por qué pero me encanta este balanceo dubitativo, esta irracionalidad meticulosa, esta discontinúa consecución.
Me gusta la idea de no saber si me vas a leer -obvio que no. Obvio que no me vas a leer-. Probablemente digas cosas -siempre decís cosas- y yo entienda que me estás dando a entender que lo entendiste. Revindico mi derecho a la flasheada, a que la imaginación colme los vacíos de sentido como se le de la gana. ¿Eso no es estética? ¿Eso es tan distinto de las casualidades y los pájaros en los hombros señalados y ordenados según otra lógica que no es la de la razón? Enjaulados...
La tensión. El deseo, la realidad. La estética, la ética. La literatura, la filosofía.
Quiero a los dos polos y no quiero a ninguno.
Pero

¿Qué carajo es querer?