21.4.13

Poner el corazón

"Hay que escuchar la Palabra de Dios con humildad porque es palabra de amor, y sólo así entra en el corazón y cambia la vida. Es la síntesis de la homilía del Papa Francisco durante la misa que celebró el viernes 19 de abril por la mañana en la pequeña capilla de la Casa Santa Marta donde reside. En esta ocasión participaron los empleados de la Tipografía Vaticana y del periódico de la Santa Sede,l’Osservatore Romano
La conversión de San Pablo y el discurso de Jesús en la Sinagoga de Cafarnaúm fueron las lecturas bíblicas del día, que el Papa destacó en su homilía centrándola en la figura de Jesús que habla: habla a Saulo que lo persigue, habla a Ananías, llamado a acoger a Saulo, y habla también a los doctores de la ley, a quienes les dice que quien no come su carne y no bebe su sangre, no será salvado. 
La voz de Jesús – afirmó el Papa Francisco – “pasa por nuestra mente y va al corazón. Porque Jesús busca nuestra conversión”. Pablo y Ananías responden con perplejidad, pero con el corazón abierto. Los doctores de la ley responden de otra manera, discutiendo entre ellos y contestando duramente las palabras de Jesús: 
“Pablo y Ananías responden como los grandes de la historia de la salvación, como Jeremías e Isaías. También Moisés tuvo sus dificultades: ‘Pero, Señor, yo no sé hablar, ¿cómo iré a decir esto a los egipcios?’. Y María: ‘Pero, Señor, ¡yo no estoy casada!’. Es la respuesta de la humildad, de aquel que recibe la Palabra de Dios con el corazón. En cambio, los doctores responden sólo con la cabeza. No saben que la Palabra de Dios va al corazón, no saben de conversión”. 
El Papa explicó asimismo quiénes son los que responden sólo con la cabeza:
“Son los grandes ideólogos. La Palabra de Jesús va al corazón porque es Palabra de amor, es palabra bella y lleva al amor, nos hace amar. Estos cortan el camino del amor: los ideólogos. Y también el de la belleza. Y se pusieron a discutir ásperamente entre ellos: ‘¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?’. ¡Todo un problema de intelecto! Y cuando entra la ideología en la Iglesia, cuando entra la ideología en la inteligencia del Evangelio, no se entiende nada”. 
Son – dijo – los que caminan sólo “por el camino del deber”: es el moralismo de cuantos pretenden realizar del Evangelio sólo lo que entienden con la cabeza. No están en el “camino de la conversión, esa conversión a la que nos invita Jesús”:
“Y estos, por el camino del deber, cargan todo sobre las espaldas de los fieles. Los ideólogos falsifican el Evangelio. Toda interpretación ideológica, independientemente de donde venga – de una parte o de otra – es una falsificación del Evangelio. Y estos ideólogos – lo hemos visto en la historia de la Iglesia – terminan por ser, se convierten en intelectuales sin talento, eticistas sin bondad. Y no hablemos de belleza, porque no entienden nada”. 
“En cambio – dijo al concluir el Santo Padre Francisco – el camino del amor, el camino del Evangelio, es sencillo: es el camino que han comprendido los santos”: 
 “¡Los santos son aquellos que llevan la Iglesia adelante! El camino de la conversión, el camino de la humildad, del amor, del corazón, el camino de la belleza… Oremos hoy al Señor por la Iglesia: que el Señor la libere de cualquier interpretación ideológica y abra el corazón de la Iglesia, de nuestra Madre Iglesia, al Evangelio sencillo, a ese Evangelio puro que nos habla de amor, que lleva al amor y ¡es tan bello! Y también nos hace bellos, a nosotros, con la belleza de la santidad. ¡Oremos hoy por la Iglesia!”"


-La Trexis con algún niño de Tintina.


12.4.13

Anhelo entrando en el otoño

"Estoy dejando caer mis hojas, bajando la guardia, abandonándome a la gravedad: tu voluntad.
Ya no me rehuso a desnudarme ante tu penetrante mirada. Ya no me rehuso. 
¡Mirame! Hoy no me avergüenza que me mires. 
Están cayendo, envejecidas y cansadas, las que alguna vez se jactaron de ser verdes, jóvenes y hermosas. 
¡Mirame!
Están cayendo sobre tus manos, se deshacen crujiendo bajo tus pies las que alguna vez fueron mi ego, mi orgullo, mi vanidad. Te las entrego.
¡Mirame! que están cayendo mis ropajes.
Y solo queda lo que soy: un pobre tronco con los brazos extendidos al cielo. Un trozo de leño con el anhelo de tocar el sol.
¡Mirame! Te necesito
."

Sofita

La mano redondita de La Trexis queriendo alcanzar un cielo de eucaliptos.

10.4.13

10 de Abril de 1206

"Se sintió un poco mareado ante la multitud de curiosos que se reunió para presenciar la escena en la plaza pública, un poco más abajo de la casa paterna, frente a Santa María Mayor, donde se encuentra el palacio episcopal edificado sobre la antigua morada del poeta Propercio, el voluptuoso admirador de la belleza, pero ¿de qué diablos podía tener miedo, él, Francisco? Sin decir una palabra, se quita la ropa con una precipitación fogosa y arroja las prendas unatras otra a los pies de su padre, todas, hasta sus calzas, y además la maldita bolsa que había llevado escondida en un bolsillo. Ahí está, desnudo como el día que nació. Desnudo hoy para su segundo nacimiento. [...]
¿Hay algo de teatro en todo esto? Sí, seguramente, pero es siempre el mismo Francisco con ese gusto irresistible por el gesto espectacular que hace que todas las miradas se concentren en él. Ha sido así desde su infancia, cuando debía ser el primero, el punto de mira. Y ahora esta debilidad está al servicio de una sinceridad furiosa que linda con la demencia. Los locos tienen la manía de desnudarse, el también se siente loco, loco de rabia y loco de amor, y, en el delirio de la exaltación, exclama con una autoridad magistral: "Escuchad, escuchad, todos. Desde ahora podré decir con toda libertad Padre nuestro que estás en los cielos. Pietro Berdardone ya no es mi padre, y le devuelvo no sólo su dinero, que aquí está, sino toda mi ropa." Y lanza este último grito que tiene el tono del Magnificat: "Iré desnudo al encuentro con el Señor".
Igual de turbado que la multitud, el obispo lloró y, atrayendo al joven a sus brazos, lo envolvió con su capa. La Iglesia tomaba así posesión de uno de sus más grandes hijos. Bajo las miradas desaprobadoras de la multitud, su padre partió con sus bienes, pero con tristeza en el corazón. Era el 10 de abril de 1206."

Hermano Francisco, Julien Green

Crucecitas de madera en el piso de Tintina

1.4.13

Techo



"Un techo para mi país debería llamarse Un piso para mi país" dijo uno de los chicos que construyó en mi cuadrilla la última construcción masiva.

Siempre escuché noticias de gente buena que se decidían a, vaya a saber como, hacer una casa para alguien que la necesitara, pero no fue hasta el año pasado cuando varios amigos decidieron sumarse cuando me enteré que no es simplemente hacer una casa.
Techo es muchísimo más. Es el trabajo de voluntarios antes y después de la construcción, y también otros proyectos: apoyo escolar, juegos para chicos, trabajo en los barrios.
Es gente que se acerca a familias que realmente la necesitan y se deciden a sacarse a sí mismos adelante, pagando una parte de la casita prefabricada y comprometiéndose a ayudar a los voluntarios. 
Quise ver todo eso de cerca, así que me animé con una amiga -igual de inservible que yo para la construcción- a sumar nuestros pares de manos.
Nos tocó construir en Acuba, Lanús. Muy temprano la mañana de un sábado, Andrés y Lili le abrieron las puertas de su casa a nuestra cuadrilla.
Andrés estaba recientemente operado de peritonitis y supuestamente no tenía que moverse mucho, pero el decía que de cualquier forma tiene que trabajar para darle de comer a los chicos, así que era el primero en agarrar la pala, bajar los paneles, cortar los pilotes, sacar y volver a clavar los clavitos que yo ponía mal. Creo que no se sentó en los dos días ni para tomar mate.
Lili le dio de comer a toda la construcción y no paraba de sacar pan dulce del horno mientras vigiliba a los chicos, que a veces resultaban demasiado entusiastas -"¡yo quiero ayudar a hacer mi casa!"-
También nos ayudaron los vecinos, dejándonos lugar para poner las chapas del techo y alcanzándonos cascotes, y los buenazos de los abuelos.
Todavía tengo un callo en el dedo, pero no podía dejar de cavar con mi joven ayudante buscador de tesoros. De la tierra salía cualquier cosa -yo también pensaba cuánto es lo que la lastimamos- y entre tijeras, bolsas de plástico, muñecos y pedazos de caño encontramos con mi amigo pedazos de mármol y piedras raras. Juanchi después lo vendió y compró con esa plata un palito helado para una de las voluntarias.
-Sobredosis de ternura-
Hay gente que dice sin embargo que todo eso no sirve para nada. Por ejemplo, en este caso yo no debería haber pasado un fin de semana con todas estas personas en Buenos Aires cuando ellos eran de Chaco, a la casa la tendríamos que ir a hacer allá. En parte es cierto: Esta gente nunca debería haberse visto obligada a dejar familia, amigos y tierra para venir a amontonarse a una gran ciudad que sí les deja escuela y hospital a mano. Deberíamos ir al interior y solucionar el problema de raíz y evitar la injusta y dolorosa mudanza de montones de familias. ¿Pero mientras tanto, que pasaba con Lili y sus hijos? Ella dijo emocionada que no podía creer que estaba pintando su casa cuando había llegado a ese lugar con dos chapas bajo el brazo y nada más. ¡Una casa! Después de ver tantas sonrisas a mi también me parecía un palacio. Un piso a partir del cual seguir soñando con construir más vida.
Juanchi me preguntó en un momento quién era el jefe ahí. Le dije que no había, aunque los que sabían más nos enseñaban todo a los nuevos para que en algún momento también podamos enseñarle a otros.
-No entiendo. Entonces, ¿quien les paga?
-Nadie nos paga Juanchi
-¡¿Y por qué lo hacen?!
-¡Porque queremos!
-Ah... ustedes son re buenos.
No le solucionamos la vida a esta familia, pero lo que hicimos fue estar ahí para hacerles saber que si quieren ir para adelante, alguien les va a dar una mano -porque no fue un regalo, ¡si ellos la consiguieron!-. Que no importa que este mundo parezca irse al cuerno, que queda un montón de gente buena. Juanchi y sus hermanitos duermen hoy en una casita de madera confiando en la vida.
Volviendo para casa en el micro a la vuelta me puse a hablar con uno de los pocos chicos de la escuela con los que no había hablado. -es cierto que soy muy poco tímida, pero el ambiente invitaba a cazar tu desayuno o cena y a ponerte a charlar con el que se te sentaba al lado- qué me preguntó cómo sintetizaría esos días en dos palabras. Lo pensé un poco y le dije que para mi era una pura experiencia humana. Compartir mesa con la familia, conocer muchas vidas diferentes y la locura de un montón de gente que no tiene nada que ver con la construcción alzando una casa en dos días. Una chica de Nepal al lado de un chico con rastas, kirchneristas y antikirchneritas: todo el mundo levantando un panel, unidos por lo que a todos nos pasa en el fondo. Eso es ser humano.
Le pedí entonces a el una respuesta y me dijo que no podía dármela. No se puede sintetizar eso. Tiene razón, ¡hay que vivirlo!