21.12.12

Humildad, humor, humus.


"La humildad lleva al conocimiento de la realidad interior, al estado de serenidad, a la interpretación de las cosas con sentido de humor. Y el humor hace presentir que todo es posible en nosotros porque estamos formados del barro de la tierra y, por lo tanto, nunca debemos hacer ascos de nada terrenal. El humor es reconciliación con nuestra condición humana, con nuestra terrenalidad y limitación. En el humor reside la posibilidad de ponerse uno de acuerdo consigo mismo tal como es.

En el humor se supera y domina espiritualmente una situación adversa porque, por una parte, se reconcilia uno con ella y, por otra, la supera y relativiza desde el punto de vista de Dios. Ahora bien, si el humor se reconcilia con la realidad y la transforma, puede por el contrario el idealismo equivaler a una huida de la realidad. Puesto que no somos como nos gustaría ser, huimos de la realidad buscando refugio en elevados ideales y elaboramos teorías sobre la vida espiritual sin punto de contacto con la pura realidad de cada día.

El humor siempre está relacionado con el intento de despojar a la realidad de toda máscara. En el humor se encuentra la medida exacta de lo que uno es. La persona capaz de contemplar  sus defectos con una sonrisa, y la que se sabe enredada en la ligaduras de la materia, está en el camino del humor. Ambas distinguen agudamente las imperfecciones del mundo pero no con amargura, desprecio, desesperación o protesta. Aman, a pesar de todo, la belleza de este mundo, profundamente convencidos de que incluso en lo imperfecto reina de alguna manera el orden. Porque, en definitiva, el humor no es cosa del carácter sino de la fe.

Sin humildad existe siempre el peligro de pretender instrumentalizar a Dios. Por eso insisten tanto los místicos en pedir humildad. Sin humildad tendería el místico a identificarse precipitadamente con Dios y ya no habría distancia entre nuestro yo y Dios en nosotros. La humildad protege nuestros encuentros con Dios contra la inflación, contra el ostentoso pavonearse, contra la tentación de identificarse con Dios. Nos protege también contra la tentación de eliminar la figura de Dios de nuestro camino y la de saltar por encima de nuestra humanidad; nos defiende contra el orgullo, el peor enemigo del hombre religioso.

Jesús nos enseñó el camino. No es posible ascender al cielo sin descender a las profundidades de la tierra, al humus, a la terrenalidad humana. Para subir a Dios hay que bajar al fondo de sí mismo. Éste es el camino de la libertad, del amor, de la humildad, de la mansedumbre y misericordia, el camino de Jesús y nuestro camino."




Una espiritualidad desde abajoAnselm Grün y Meinrad Dufner

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