4.5.12

Vivir como cristiano es vivir en el amor

El... mmm sospecho que fue ayer... Bueno, el día de ayer tuvimos la suerte de poder ir con algunos de mis compañeros a una conferencia que hacía en la UCA un tal George Weigel, que resultó haber escrito varios libros sobre Juan Pablo II, teniendo una relación muy cercana con el mismo. La verdad no había leído ninguno, ni había escuchado nada de él, pero como me encanta la persona de Juan Pablo II me pareció una buena idea decidirme en el último segundo a perseguir a mis compañeros por las escaleras abandonando un par de clases que estuvieron buenas.
Confirmadas mis sospechas, el tipo resultó un tipazo, y su mensaje a los jóvenes católicos, inspirador para asumir la importancia y la singularidad de nuestra misión particular en la vida, de verdad muy lindo.
Cuando abrieron un espacio para las preguntas, supuse que alguno de mis compatriotas iba a preguntar algo. No me equivoqué del todo pero si la pifié un poco, el compañero que acostumbra a hacer buenas preguntas no levantó la mano, pero otro que no suele preguntar tanto tiró muy buen planteo, con el que no solamente yo, sino calculo todo católico se encuentra todos los días.
Dijo algo como: "En un contexto donde somos vistos como bichos raros, ¿Cómo podemos los jóvenes religiosos llevar nuestro mensaje al mundo en el lenguaje moderno?¿Cómo explicarle a un mundo relativista donde cualquier opinión parece valer que sí hay una Verdad, y que es Jesús?"
Weigel -qué genio- lo que contestó ilustradamente fue que los cristianos llevamos desde siempre nuestro mensaje no solo en las palabras, sino en el obrar. ¡Y es una respuesta tan simple y maravillosa! Queremos llevar con nosotros la verdad más grande y noble de todas: el amor. Vivir como cristiano es vivir en el amor. Eso es lo que llama la atención y es agradablemente muy contagioso.
A veces entre tanto ataque racional y discusión ideológica por mi religión me olvido momentáneamente del fondo que subyace todo eso, la Verdad que viene adherida conmigo y que tendría que reflejarse en mi forma de ser, y de vivir, todo el tiempo. No hay mejor forma de enseñar nuestra propuesta que encarnada en cada uno de nosotros.
Esa es la luz que mantiene en rumbo por el tempestuoso mar de pensamientos, juicios, peleas intelectuales, planteos y desplanteos, tambaleo de razonamientos. Es una luz tan grande que no podría ser diferente, no podría estar equivocada. Una luz que brillaba con todo su esplendor en Juan Pablo II.


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