3.11.12

Mi Buenos Aires querido.

Ruido, olor a metal, suciedad, falta de verde, falta de plantas, sobra de gente y autos, tráfico, calor, miradas perdidas. Incluso me molesta la cantidad de agua que cae cuando llueve, aunque quizás la lluvia en capital solamente me parece peor por mi sentimiento negativo a todo ese ambiente.
Me parece que es una jungla de cemento. 
De verdad creo que estoy orgullosa de movilizarme hora y media (con suerte y si el tren anda normalmente mal y no anormalmente peor) para estudiar si eso implica vivir en el Lejano Oeste, donde puedo escuchar pájaros en mi ventana (a veces palomas que se meten furtivamente en mi entretecho), y todas las casas tienen por lo menos una planta portadora de verde a la vista. Donde escucho de vez en cuando a mi mamá regar, y la gente anda en bicicleta sin prestarle mucha atención a los autos. Donde si llueve me embarro hasta las rodillas porque por alguna extraña razón siempre hay barro por todos lados. Donde quedan unos pedazos de tierra al descubierto, y la sensación de que seguro que te vas a encontrar con alguien conocido en la calle. 
Sin embargo, el otro día Buenos Aires me cayó simpática, por primera vez. Porque, sí es genial caminar por donde se construyó de a poquito nuestra historia, y pasar por enfrente de la tumba de Belgrano, etc. Pero volviendo en el 64 para Once, en mi celular empezó a sonar "El día que me quieras", y de repente el movimiento del bondi y las luces de los autos acompañaban la música recontra porteña. Cómo si esa canción hubiera sido creada para ser escuchada en ese momento -Invito cordialmente al lector a escuchar esa canción de noche en algún colectivo de Buenos Aires-. Wau, en realidad la ciudad es re linda.


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