13.8.14

Una fe que se banca los trapos del sinsentido

Hoy escuché por ahí algo parecido a esta cosa: "Para el hombre creyente resulta muy lejana la vivencia del sinsentido. La fe vuelve a la casualidad causalidad, es luz que nos previene de ese mar de oscuridad".
¡Qué reverenda paparruchada!
Caminando por la vida, me encontré un puñado de personas que me hablaron del ateísmo como una decisión deliberada para no hacerse responsable de una vida bajo la mirada demandante de una naturaleza superior. Como si simplemente la persona no-creyente estuviera embebida en el imaginario social de una sociedad ateizadora, y eligiera libremente la no-creencia.
Siempre creí tener buenas razones para creer. Las mejores son las menos racionalizables: El abrazo fuerte de una amiga en un momento terriblemente necesario, una repentina combinación de luz y viento en mi cara, la mano de un desconocido temblando de emoción entre las mías, y el encuentro con una Persona que ilumina todos mis días.
Pero también pude considerar desde temprano una igualmente larga lista de "sinrazones" para no hacerlo. La búsqueda de una respuesta propia y la rebeldía frente a lo establecido me parecen más valientes que colgarse una cadenita religiosa por facha, rezar cada domingo en misa por los que sufren de la mano de un ser querido, llegar a casa y pensar "¡qué horror!" frente al crimen mounstruoso que están pasando en el noticiero, mientras se come una pizza y se ríe con algunos amigos. Una pequeña voz en nuestra cabeza amaga a explicarnos que hay muchas cosas que no tienen explicación... pero no le damos mucha bola.
Todos lo hacemos. Un poco por lo menos. Pareciera que tenemos que darle la espalda a ese abismo de oscuridad para hacer felices. Entonces la mayoría del tiempo pensamos en nuestras carreras, laburos y eventos sociales. Cada tanto algún medio de comunicación se deleita dándonos una noticia particularmente sangrienta. Quizás lo comentemos con alguien y pensemos que esas cosas no pueden seguir pasando... Pero que pasan. Y nosotros también pasamos, pero por al lado, muy cerca y muy lejos del nene muy flaquito al que mandan a pedir monedas en el tren, del cartel de la chica desaparecida que aparece en algunos postes de la estación, de las noticias de la guerra en Islam.
Pero alejándose un poco de la mediocridad común de esta época a veces muy tibia, hay otros dos tipos de personas -con infinita cantidad de grados intermedios- que eligen no hacerse los boludos frente a la pregunta por el mal, por la casualidad nefasta, por todo lo que no podemos entender o racionalizar.
Por un lado están los ateos que se le animaron a esta cosa muy poco confortable de la vida. Que buscan su respuesta negando toda otra respuesta. Que reconocen que hay cosas que en este mundo son una mierda. Y por supuesto que es un panorama bastante triste y desolador el suyo. Pero la fe no se contrapone a esa desolación.
Este es el tercer camino, la fe que abraza ese abismo. ¡El Dios del cristianismo muere en la cruz! ¿Cómo la religión del crucificado puede ignorar eso?
¡Entonces si qué podemos como creyentes entender al filósofo bigotudo que se enfrenta al cadáver de Dios, al horizonte borrado, a un planeta fuera de órbita! ¡Nadie está tan lejos del sinsentido!
Creo que una fe más auténtica mira al miedo a los ojos, y se agranda con la oscuridad. Necesitamos personas portadoras de este tipo de fe, una fe que se banque los trapos del sinsentido. Una fe que asuma el dramatismo de la vida y todas las tormentas, una fe que no sea un salvavidas, que no busque explicar y controlar al dolor, sino acompañarlo, resignificarlo, pero viviendolo, sufriendo en carne propia todas las injusticas del mundo. Una fe que sea el fundamento de la vida, el pilar para crecer y elegir el Bien cada día. Una fe que nos saca de la cama los días de lluvia, que nos pide que nos entreguemos a los demás, ¡pero a los demás en concreto!¡A cada persona que, podemos creer, vale todo el mundo! Una fe humilde que nos permita asumir el lugar que nos toca en este mundo y disfrutar todo lo bueno que tenemos para a su vez ofrecerlo. Una fe que se pregunte "¿Y si no?¿Qué?" y que, animada por pequeñas respuestas resplandecientes, se anime a dar el salto al otro lado del abismo negro, sabiéndose siempre pobre y pequeña, y también movida eternamente por el Misterio que se muestra por delante y por detrás, en luz y oscuridad.


"Hay que amar a Dios como si no existiera"
-Simone Weil

"La confianza y la seguridad se llevan a las patadas"
-Lucho S.J


1 comentario:

¿Y a vos qué te parece?